Sunday, April 3, 2011

El sentido de los pies

Apenas entró a la casa él se quitó los zapatos. Con la alfombra blanca ni siquiera les tenía que pedir el favor a sus invitados. Se los quitaban por voluntad propia.

Dejó caer su metro noventa y cinco en el sillón, muerto, necesitando más que nada una siesta. Le ofreció un expreso con la esperanza de que lo reviviera y les permitiera pasarlo bien. Por sobre el ruido de la batidora de leche él le contó sobre la conferencia de una semana en la que acababa de presentar. También había ayudado a llevar a varios científicos destacados. Decir que estaba extenuado era poco. Pero igual ella estaba feliz de que hubiera pasado y se había propuesto disfrutar al máximo su visita -directo desde el aeropuerto- en camino a ver a su mujer.

Depositó el expreso con una galletitas de chocolate en la mesa ratona y se sentó haciendo ángulo con él.

"Me duelen tanto los pies", se quejó. Y de inmediato procedió a sacarse las medias y frotarse los gigantes pies con sus manos gigantes. Ella lo observó preguntándose si debería ofrecerle un masaje o no. ¿Cuáles eran los bordes de la amistad? "¿Tienes una pelotita de tenis?" Le preguntó él.
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